Una de las bendiciones más grandes de mi vida
Conocí a Lizabeth en el laboratorio de Kaiser Permanente en 1990. Trabajábamos en la noche juntas y nos fuimos conociendo poco a poco. Siempre quedé muy sorprendida de cómo Lizabeth ayudaba a mucha gente. Todos venían donde ella con sus problemas y Lizabeth siempre les aconsejaba, velaba por ellos y trataba de ayudarlos. No solo ayudaba por la parte humana con consejos y apoyo, sino que también ayudaba a muchos de sus colegas con el trabajo de laboratorio, ellos venían donde Lizabeth para su opinión profesional.
Ha medida que pasó el tiempo nos empezamos a juntar fuera del trabajo y conocí a Doña Zoilita, la mamá de Lizabeth, y también conocí mejor a Neal Moskowitz otro colega, mejor amigo de Lizabeth.
Después de un tiempo me cambié de trabajo y Lizabeth nunca se olvidó de mí. Siempre me llamó, invitó y estuvo pendiente de lo que pasaba en mi vida. Me invitaba siempre a comer los deliciosos manjares que preparaba Doña Zoila en su casa.
Una noche muy fría y lluviosa de diciembre tocaron a mi puerta, al abrirla encontré a Doña Zoilita con bolsas llenas de regalos de Navidad para mi familia. Lizabeth y ella estaban dando vueltas por todos Los Ángeles, jugando a ser Papa Noel. A Lizabeth y a Doña Zoilita jamás se les olvidó una Navidad o un cumpleaños mío.
Otros amigos siempre bromeaban que la casa de Lizabeth era como las Naciones Unidas o la embajada de Chile, porque ahí siempre llegaban todos para quedarse, comer, reír y pasar ratos muy agradables.
Pasé por muchas cosas difíciles en mi vida y Lizabeth las pasó al lado mío. Siempre me ha llamado, apoyado y rezado por mí y mi familia. La considero una de las bendiciones más grandes de mi vida y no puedo creer que la conocí trabajando ese poco tiempo en Kaiser, y veinticuatro años después ella es uno de los grandes apoyos de mi vida. Es mi amiga y consejera, y me ha ayudado a sobrepasar muchísimos problemas.
Susan Sarkisian