Mi amiga Lizi

Algunas de mis vivencias con mi gran amiga Lizabeth, alias la Gorda como ella está acostumbrada a que le digan, aunque para mi es Lizi cuando le escribo.

Bueno, la conocí hace muchos años, aunque no recuerdo cuándo específicamente, quizás alrededor del año 1974, pero fue en el Servicio de Citopatología y Control del Cáncer de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, ubicado en ese tiempo en el Hospital El Salvador.

Ella llegó ahí a trabajar como tecnóloga médica, como una más de nosotras, donde su limitación en silla de ruedas no fue obstáculo ni para ella ni para nosotras en compartir todo lo que allí se realizaba.

Llegaba tocando la bocina de su auto para que la fueran a ayudar, muy distinto a lo que ella vivió trabajando en Estados Unidos, donde todo está adecuado para su limitación. Entonces iba Tina, alias la Mamá Tina, o José, un ayudante de laboratorio de nuestro trabajo, que sacaban su silla del portamaletas del auto y a pulso la ayudaban luego a sentarse. Luego había que bajar unas escalinatas, pues el Servicio estaba ubicado en un lugar semi subterráneo, pero nada de ello ocasionaba problemas.

Siempre se hacía notar por su gran vozarrón y con el cual su mamá sufría, la añorada Sra. Zoila, cuando la mandaba a hacerle sus cosas.

La Sra. Zoila fue una gran persona y el mayor puntal en la vida de Lizabeth. Nosotras la queríamos mucho y ella merecería otro libro aparte, más aún cuando tuve la experiencia de vivir en su casa en Los Ángeles, California, junto a mi hijo Sergio y mi nuera Mel. Fueron tres semanas inolvidables donde ambas nos acogieron con el gran cariño que expresaban para todas sus visitas y así hasta el día de hoy, pese a la enfermedad que tuvo a la Gorda tantos días hospitalizada y en peligro de su vida.

Bueno, siguiendo con lo del trabajo acá en Chile, resulta que Lizabeth no tenía ningún problema en ir al baño con una mujer o un hombre que le ayudaran y cuando estaba lista, con ese gran vozarrón que ya mencioné, llamaba a que la fueran a buscar. Así todo el laboratorio se informaba de la situación...

En el laboratorio era media flojita cuando se trataba de limpiar las placas citológicas o de escribir en el libro de ingreso de los pacientes y nosotras la retábamos en broma a cada rato. Otra cosa que recuerdo era cuando se maquillaba, sacaba sus cosméticos para arreglarse, pero lo divertido era que tenía un pañito súper «sucio» para limpiarse, al parecer no lo lavaba muy seguido y se prestaba para todo tipo de bromas.

Su característica, como siempre, era reunirnos como grupo e inventar todo tipo de carretes o actividades como decimos en Chile. Uno de estos fue ir a visitar el Hotel Valdivia, que en ese tiempo era un gran motel para parejas, hoy ya no existe. Como siempre, y sin ningún problema, y hasta con la ayuda del personal del Hotel, Lizabeth se movilizaba de pieza en pieza conociendo las distintas ornamentaciones. Esto me lo contaron pues en esa ocasión yo no fui, pero entiendo que fueron testigos de aquello Marcela Labbé y seguramente Tina o Susana Bravo, quienes pueden aportar más datos de aquella peripecia.

Lo que sí recuerdo fue una invitación a su casa en Ñuñoa, donde la Sra. Zoila nos esperaba con un rico plato de pollo escabechado y con la mejor acogida del mundo. No sé el motivo de la reunión, pero lo pasamos súper bien. Se me quedó grabado lo del pollo escabechado por su exquisitez, fue tanto así que cuando las visitamos en Los Ángeles le pedí que lo cocinara, accediendo nuevamente con ese cariño que siempre desbordaban las dos.

Cuando tomaron la decisión de partir a Estados Unidos buscando mejores oportunidades –y vaya que lo lograron– fue una despedida muy llorada en casa de Tita. No podíamos creer que nos abandonara. Pero no fue un abandono total, porque ella y su mamá, y también su amigo Neal, vinieron a Chile en varias oportunidades, tres o cuatro quizás, y siempre nos reunimos. Recuerdo que me tocó compartir una once con varias compañeras de trabajo y otras tecnólogas médicas de otros hospitales, también compañeras de curso de ellas de la Escuela de Tecnología Médica, recuerdo a Carmen Madrid y otras. Fue en un Salón de Té en la calle Manuel Montt, El Bravísimo. También supe de otra reunión en el Stadio Italiano en la cual no participé.

En una de sus últimas venidas a Chile conoció el Laboratorio de Cito-histopatología del doctor Arturo Espinoza Negrete, donde nuevamente estaba trabajando junto a Tina, Tita y Florencia. En esa oportunidad nos presentó diapositivas de un trabajo realizado en Estados Unidos, con relación a cómo debía realizarse el trabajo de Citología en forma óptima, muy interesante. Habló de como debía ser la silla de trabajo, posición de la espalda y brazos, etc., para no tener problemas de salud.

Con el Dr. Espinoza ella hizo una buena amistad que hasta el día de hoy mantienen. Incluso, él y su esposa, Beatriz, también la visitaron en su casita de Los Ángeles. Cuando vinieron de viaje a Chile, Lizabeth y la Sra. Zoila vinieron a mi casa acompañadas de su sobrina, creo que se llamaba María José, nos tomamos unos buenos pisco sour y ahí se gestó el gran viaje a Estados Unidos con Sergio y Mel, donde una vez más ambas demostraron su gran corazón y cariño al acogernos.

Ese viaje merece un capítulo aparte, pues Lizabeth nos hizo todos los contactos y compra de entradas para visitar Hollywood, Universal Studios, el parque de montañas rusas Six Flags, San Francisco, San Diego, Las Vegas, Tijuana y su añorada casita en la montaña (Crestline) donde conocimos a parte de su familia y amigos con asado a la chilena incluido.

Todos estos relatos demuestran la gran amistad que tenemos con Lizabeth, donde ella muestra su gran cariño y espíritu de superación en la vida hasta el día de hoy, pese a los tropiezos con los que se ha encontrado en el camino, como la partida de su madre y la última enfermedad que nos tuvo, acá en Chile, muy asustados y haciendo fuerza para que se recuperara de buena manera. Gracias a Dios seguimos contando con su presencia, aunque sea a la distancia.

Te queremos mucho y por siempre.

Mafalda, Mafy, Bierschwale